Largas filas de coches hacen cola para llenar los depósitos de gasolina
a las 10 de la noche. El combustible escasea, y miles de personas se
han refugiado en Yamagata, ciudad antesala del infierno desatado por el
terremoto y el consiguiente tsunami que el viernes pasado devastaron la
costa noreste de Japón. Yamagata está a 50 kilómetros de Sendai, una de
las localidades que resultó más gravemente dañada por el seísmo, ya que
se encuentra tan solo a 130 kilómetros del epicentro del temblor; el más potente que ha sufrido Japón desde que comenzó a registrar datos hace 140 años.
La magnitud de la catástrofe, que ya se intuye en Yamagata, se va
haciendo más clara a medida que pasan los días. Más de 10.000 muertos,
20.800 casas destruidas, más de 300.0000 personas evacuadas y alrededor de 1,8 millones de hogares sin
electricidad y 1,4 millones sin agua corriente en la región. Los
refugiados están alojados en escuelas, polideportivos, y edificios
gubernamentales. Es el balance provisional de la mayor crisis
humanitaria que ha vivido Japón desde la II Guerra Mundial, según
afirmó ayer el Gobierno, que decidió duplicar hasta 100.000 el número
de soldados movilizados para participar en las labores de rescate y
suministro de alimentos, agua y combustible.
Japón ha recibido ofertas de ayuda de cerca de 70 países. Un
portaviones estadounidense, en aguas de la costa nororiental, inició
labores de distribución de alimentos mediante helicópteros
estadounidenses y japoneses, que repartieron 30.000 raciones de
emergencia de comida. Corea del Sur envió un equipo de rescate
integrado por 100 personas. Un grupo de expertos chinos, compuesto por
15 personas, llegó ayer a Japón con material para búsqueda de personas.
Australia ofreció hospitales de campaña, mientras India se disponía a
mandar aviones con mantas.
Japón está anonadado por lo sucedido. En Tokio, donde muchos temen que
se produzca un terremoto similar al que causó 140.000 muertos en 1923,
la gente seguía las emisiones televisivas sin descanso, con imágenes de
las aguas cabalgando con furia sobre los edificios y los campos de
cultivo, casas ardiendo y viviendas destruidas. Muchas familias han
hecho acopio de alimentos, y en algunas tiendas la comida ha volado de
las estanterías. El Gobierno francés instó a sus ciudadanos que se
fueran de la región de Tokio, ante el riesgo de que se produzcan nuevos
temblores y la incertidumbre sobre la situación en las plantas
nucleares.
Se espera que el Banco de Japón anuncie en los próximos días su
compromiso de poner en el mercado tanto dinero como haga falta para
prevenir que el desastre desestabilice los mercados y el sistema
financiero. Las aseguradoras afirman que el coste asegurado de la
catástrofe podría ascender a 35.000 millones de dólares, lo que lo
convertiría en uno de los desastres más costosos de la historia.
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