Lo tienen todo menos lo imprescindible. Casas confortables, padres con
profesiones de éxito, toda la tecnología casera disponible en el
mercado, ropa de marca, dinero para gastos, caprichos... Pero les falta
algo. Los adolescentes urbanos procedentes de familias de clase media y
media alta empiezan a llenar las consultas de psicólogos y pediatras
sociales aquejados del mal de la soledad. Han crecido casi por su
cuenta, a cargo de cuidadoras ajenas a la familia, y sus padres,
ocupados a tiempo completo en mantener el estatus social, carecen del
tiempo que ellos demandan. Las consecuencias suelen ser perversas:
trastornos de conducta, agresividad, enfrentamientos constantes con los
padres... Y también una tendencia al aislamiento preocupante. Tanto,
que algunos adolescentes han empezado ya a ser catalogados en situación
de riesgo y enviados temporalmente a pisos tutelados por la
Administración.
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ya se lo he enseñado a mis papás
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